8: 1-3 – Y Saulo consentía en su muerte. En aquel día hubo una gran persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén; y todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria, salvo los apóstoles. Y hombres piadosos llevaron a enterrar a Esteban, e hicieron gran llanto sobre él. Y Saulo asolaba la iglesia. Y entrando casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel.
Aunque la persecución no debe apartarnos de nuestra obra, puede, no obstante, enviarnos a trabajar en otra parte. Donde sea llevado el creyente estable, lleva consigo el conocimiento del evangelio y da a conocer lo precioso de Cristo en todo lugar. Donde el simple deseo de hacer el bien influya sobre el corazón, será imposible impedir que el hombre no use todas las oportunidades para servir.
¡Cuán terrible fue para la Iglesia perder a Esteban! La Iglesia contaba con hombres útiles en sus filas, pero Esteban parecía estar al frente en aquel momento preciso; había causado una conmoción en todo Jerusalén. Aunque había sido especialmente nombrado para cuidar a los pobres, nunca hubo un diácono que estuviera colocado más claramente en la primera fila de la Iglesia. Él era digno -iba a decir yo- de ser un apóstol, por su santidad y su intrepidez. Convenció a muchos de la verdad del Evangelio de Cristo.
Pero ahora, miren, Esteban va a casa; ¿quién tomará el lugar de Esteban? ¿Acaso no lo ven? Los testigos pusieron sus ropas a sus pies, y sin duda el manto de Esteban estaba entre esas ropas; así, tan ciertamente como Elías dejó su manto a Eliseo, el manto de Esteban estaba puesto a los pies de Saulo. No se lo puso de inmediato, pero efectivamente se lo puso posteriormente. Los santos que estaban en Jerusalén no sabían dónde estaba el sucesor de Esteban, pero Dios le vio entre los enemigos de Esteban, y lo apartó, y Saulo fue un apóstol más poderoso de lo que Esteban habría podido ser jamás. La Iglesia perdió a Esteban, pero ganó a Saulo, y ese fue un intercambio muy bueno; pues, aunque no se puede decir nada que fuera derogatorio para un hombre de un espíritu tan noble como era Esteban; sin embargo, la Iglesia de Cristo no ha tenido nunca a un siervo que, que tomándolo integralmente, haya sido tan útil para ella como el famoso apóstol Pablo, que una vez fue ese joven llamado Saulo.
Saulo se convirtió en Pablo, y hay una gran cantidad de bien registrado en cuanto a él bajo el nombre de Pablo; pero el Espíritu Santo se ha encargado de que este hecho sea recordado: "Los testigos pusieron sus ropas a los pies de un joven que se llamaba Saulo." ¿Acaso Dios anota los pecados de Su pueblo antes de que sean convertidos?
Gálatas 1:13-14 “Porque ya habéis oído acerca de mi conducta en otro tiempo en Judaísmo, que perseguía sobremanera a la iglesia de Dios, y la asolaba; y en el judaísmo aventajaba a muchos de mis contemporáneos en mi nación, siendo mucho más celoso de las tradiciones de mis padres,”
Hechos 9:1-2 “ Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, vino al sumo sacerdote, y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallase algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos a Jerusalén.”
Filipenses 3:6 “En cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible.”
1Timoteo 1:13-14 “Habiendo yo sido antes blasfemo, perseguidor e injuriador; mas fui recibido a misericordia porque lo hice por ignorancia, en incredulidad. Pero la gracia de nuestro Señor fue más abundante con la fe y el amor que es en Cristo Jesús.”
1Corintios 15:9 “Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, si no la gracia de Dios conmigo.”
8: 4-13– Pero los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio. Entonces Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo. Y la gente, unánime, escuchaba antentamente las cosas que decia Felipe, oyendo y viendo las señales que hacía. Porque de muchos que tenían espiritus inmundos, salían éstos dando grandes voces; y muchos paralíticos y cojos eran sanados; así que habia gran gozo en aquella ciudad. Pero había un hombre llamado Simón, que antes ejercía la magia en aquella ciudad, y había engañado a la gente de Samaria , haciéndose pasar por algún grande. A éste oían atentamente todos, desde el mas pequeño hasta el más grande, diciendo: Este es el gran poder de Dios. Y le estaban atentos, porque con sus artes mágicas les había engañado mucho tiempo. Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres. También creyó Simón mismo, y habiéndose bautizado, estaba siempre con Felipe; y viendo las señales y grandes milagros que se hacían , estaba atónito.
En cuanto el evangelio prevalece, son desalojados los espíritus malignos, en particular los espíritus inmundos. Estos son todas las inclinaciones a las lujurias de la carne que batallan contra el alma. Aquí se nombran los trastornos que más cuesta curar siguiendo el curso de la naturaleza y los que mejor expresan la enfermedad del pecado. Orgullo, ambición y deseos de grandeza siempre han causado abundante mal al mundo y a la iglesia. La gente decía de Simón, este hombre tiene gran poder de Dios. Véase en esto en qué manera ignorante e irreflexiva yerra la gente, pero ¡cuán grande es el poder de la gracia divina, por la cual son llevados a Cristo que es la Verdad misma! La gente no sólo oía lo que decía Felipe; fueron plenamente convencidos de que era de Dios, y no de los hombres, y se dejaron ser dirigidos por eso. Hasta los hombres malos, y ésos con corazones que aún andan en pos de la codicia, pueden ir ante Dios como va su pueblo, y por un tiempo, continuar con ellos. Muchos que se asombran ante las pruebas de las verdades divinas, nunca experimentaron el poder de ellas. El evangelio predicado puede efectuar una operación común en un alma donde nunca produjo santidad interior. No todos los que profesan creer el evangelio son convertidos para salvación.
Dios transforma el mal en bien. La primera persecución oficial de la iglesia sacó a los cristianos de Jerusalén, y ellos predicaron el evangelio donde quiera que fueran. Felipe, como Esteban, tampoco era uno de los apóstoles, pero ello no constituyó un obstáculo en su milagroso ministerio. Los milagros en sí mismos no traen la salvación, pero a menudo atraen la gente al mensaje.
Felipe era uno de los evangelistas, y uno de los siete varones de buena reputación, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, elegido para administrar el socorro a las viudas judías de habla griega y a los pobres de la iglesia de Jerusalén. El nombre de Felipe se halla a continuación del de Esteban, la muerte del cual fue la señal de partida de las persecuciones que dispersaron a los cristianos. Felipe evangelizó Samaria, efectuando milagros, logrando la conversión de muchos y confundiendo a Simón el Mago.
Un Ángel ordenó a Felipe que siguiera el camino que llevaba de Jerusalén a Gaza. Obedeciendo, encontró al eunuco etíope, y hablándole de Cristo y bautizándole. A continuación, Felipe evangelizó Azoto (Asdod) y las ciudades de la región, hasta Cesárea, donde moraba cuando Pablo pasó por allí para ir a Jerusalén por última vez. El evangelista tenía cuatro hijas vírgenes que profetizaban.
Marcos 16:16-17 “El que creyere y fuere bautizado, será salvo; más el que no creyere, será condenado. Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablaran nuevas lenguas;”
Marcos 16:20 “Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían. Amén.
Hechos 6:3-6 “Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, lleno del Espíritu Santo y de Sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo. Y nosotros persistimos en la oración y en el ministerio de la palabra. Agradó la propuesta a toda la multitud; y eligieron a Esteban, varón lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Parmenas, y a Nicolás prosélito de Antioquia; a los cuales presentaron ante los apóstoles, quienes, orando, les impusieron las manos.”
Hechos 8:26-36 “Un ángel del Señor habló a Felipe, diciendo: Levántate y ve hacia el sur, por el camino que desciende de Jerusalén a Gaza, el cual es desierto. Entonces él se levantó y fue. Y sucedió que un etíope, eunuco, funcionario de cándese reina de los etíopes, el cual estaba sobre todos sus tesoros, y había venido a Jerusalén para adorar, volvía sentado en su carro, y leyendo al profeta Isaías. Y el Espíritu dijo a Felipe: Acércate y júntate a ese carro. Acudiendo Felipe, le oyó que leía al profeta Isaías, y dijo: Pero ¿entiendes lo que lees? Él dijo: ¿Y cómo podré, si alguno no me enseñare? y rogó a Felipe que subiese y se sentara con él.
Hechos 8:37-40: “Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. Y mandó para el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó. Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe; y el eunuco no le vio más, y siguió gozoso su camino. Pero Felipe se encontró en Azoto; y pasando, anunciaba el evangelio en todas las ciudades, hasta que llegó a Cesárea.”
Hechos 21: 8-9 “Al otro día, saliendo pablo y los que con él estábamos, fuimos a cesárea; y entrando en casa de Felipe el evangelista, que era uno de los sietes, posamos con él. Este tenía cuatro hijas doncellas que profetizaban.”
Hechos 8: 9-12 “Pero había un hombre llamado Simón, que antes ejercía la magia en aquella ciudad, y había engañado a la gente de Samaria, haciéndose pasar por algún grande. A este oían atentamente todos, desde el más pequeño hasta el más grande, diciendo: Este es el gran poder de Dios. Y le estaban atentos, porque con sus artes mágicas les había engañado mucho tiempo.
8: 14-25– Cuando los Apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria habia recibido la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan; los cuales habiendo venido, oraron por ellos para que recibiesen el Espíritu Santo; porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús. Entonces les imponían las manos, y recibian el Espíritu Santo. Cuando vio Simón que por la imposicion de las manos, de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofrecio dinero, diciendo: Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo impusiere las manos reciba el Espíritu Santo. Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero. No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios. Arrepiéntate, pues, de esta tu maldad y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu corazón; porque en hiel de amargura y en prision de maldad veo que estás. Respondiendo entonces Simón, dijo: Rogad vosostros por mí al Señor, para que nada de esto que habéis dicho venga sobre mí. Y ellos, habiendo testificado y hablado la palabra de Dios, se volvierron a Jerusaén, y en muchas poblaciones de los samaritanos anunciaron el evangelio.
El Espíritu Santo aún no se había derramado sobre ninguno de esos convertidos, con los poderes extraordinarios transmitidos por el derramamiento del Espíritu en el día de Pentecostés. Nosotros podemos cobrar ánimo de este ejemplo, orando a Dios que dé las gracias renovadoras del Espíritu Santo a todos aquellos por cuyo bienestar espiritual estamos interesados, porque ellas incluyen todas las bendiciones. Ningún hombre puede dar el Espíritu Santo imponiendo sus manos, pero debemos usar los mejores esfuerzos para instruir a aquellos por quienes oramos. —Simón el mago ambicionaba tener el honor de un apóstol, pero no le interesaba en absoluto tener el espíritu y la disposición del cristiano. Deseaba más tener honor para sí que hacer el bien al prójimo. Pedro le enrostra su delito. Estimaba la riqueza de este mundo como si correspondieran con las cosas que se relacionan con la otra vida, y deseaba comprar el perdón de pecado, el don del Espíritu Santo y la vida eterna. Este era un error condenatorio de tal magnitud que de ninguna manera armoniza con un estado de gracia. Nuestros corazones son lo que son ante los ojos de Dios, que no puede ser engañado, y si no pueden ser justos ante sus ojos, nuestra religión es vana y de nada nos sirve. El corazón orgulloso y codicioso no puede ser justo ante Dios. Puede que un hombre siga bajo el poder del pecado aunque se revista de una forma de santidad. Cuando seas tentado con dinero para hacer el mal, ve cuán perecedero es el dinero y desprécialo. No pienses que el cristianismo es un oficio del cual vivir en este mundo. —Hay mucha maldad en el pensamiento del corazón, nociones falsas, afectos corruptos, y malos proyectos de los cuales uno debe arrepentirse o estamos acabados. Pero al arrepentirnos serán perdonados. Aquí se duda de la sinceridad del arrepentimiento de Simón, no de su perdón, si su arrepentimiento fue sincero. Concédenos, Señor, una clase de fe diferente de la que hizo sólo asombrarse a Simón, sin santificar su corazón. Haz que aborrezcamos todo pensamiento de hacer que la religión sirva los propósitos del orgullo o la ambición. Guárdanos contra ese veneno sutil del orgullo espiritual que busca gloria para sí mismo aun por la humildad. Haz que sólo procuremos la honra que viene de Dios.
Hechicero, conocido como Simón el mago. Sus artificios habían fascinado de tal manera a los samaritanos, que decían de él que era el gran poder de Dios. Simón recibió aparentemente el Evangelio predicado por Felipe, y fue bautizado. Habiendo querido comprar con dinero el privilegio de otorgar el Espíritu Santo a quien quisiera mediante la imposición de manos, el mago sufrió una severa reprensión. Pedro le reprochó el estar falto de rectitud y de hallarse atado por la iniquidad; le exhortó a arrepentirse y a orar directamente al Señor para obtener su
Perdón. Simón no se revolvió contra las palabras del apóstol, sino que le suplicó que intercediera en su favor.
Hechos 8: 9-12 “Pero había un hombre llamado Simón, que antes ejercía la magia en aquella ciudad, y había engañado a la gente de Samaria, haciéndose pasar por algún grande. A este oían atentamente todos, desde el más pequeño hasta el más grande, diciendo: Este es el gran poder de Dios. Y le estaban atentos, porque con sus artes mágicas les había engañado mucho tiempo.
Hechos 2:4 “Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.”
Hechos 2:38” Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.”
Hechos 6:6 “A los cuales presentaron ante los apóstoles, quienes orando, les impusieron las manos.”
Hechos 10:48 “Y mandó bautizarles en el nombre del señor Jesús. Entonces le rogaron que se quedase por algunos días.”
Hechos 19:2 “Les dijo: ¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Y ellos le dijeron: ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo.”
Hechos 19:5 “Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús.”
Mateo 10:8 “Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracias recibisteis, dad de gracia.”
Mateo 28:19 “Por tanto, id, y haced discípulos a todas la naciones, bautizándolos en el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.”
2Reyes 5:16 “Mas él dijo: Vive Jehová, en cuya presencia estoy, que no lo aceptaré. Y le instaba que aceptara alguna cosa, pero él no quiso.”
Isaías 58:6 “¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo?
Lucas 16:27-28 “Entonces le dijo: te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento.”
Orar es hablar con Dios y decirle lo que sientes, Él conoce lo que hay en tú corazón y por lo que estás pasando, antes de tú abrir tu boca Él ya sabe todo, pero es importante confesarlo delante de Él.
ORACION DE SALVACION
“Amado Dios, acepto a Cristo, ahora mismo como único y exclusivo Salvador de mi alma. Te acepto Jesús, públicamente; no me avergüenzo de ti; perdona mis pecados. Entra a mi corazón. Cambia mi vida. Lávame en tu sangre, y ayúdame a que persevere, firme en tu camino, firme en la Iglesia. Que sea bautizado y que sea lleno del Espíritu Santo. Escribe mi nombre en el Libro de la Vida. Te amo, Jesús. Gracias Jesús, creo en ti y soy salvo ahora. Tu sangre limpió mis pecados. Amen.
Mi correo es: elisacardona59@Hotmail.com
Escribir comentario